NI TE PREOCUPES / Maricarmen Delfín Delgado

Por fin llegó el día tan esperado, cuando recibí la invitación para esta grandiosa fiesta pensé que no habría problema para organizarme ya que aún faltaban varias horas para que se realizara, pero como soy precavida, decidí revisar mi ropero en busca del atuendo que llevaría para lucir de acuerdo con la fecha, me gustaría ponerme mi chal con coloridas flores sobre un ropaje negro, al abrirlo me dije: no tengo nada que ponerme, ni modo, ya veré como consigo algo para mañana.

Me sorprendí al saber  que los conocidos de mi colonia también estaban invitados, que todos estarían en la celebración para convivir con los asistentes, me emocioné aún más y como solidaria vecina, fui de casa en casa preguntando qué llevarían para compartir porque, como en toda fiesta mexicana, lo más importante es la comida como parte de nuestra identidad y añeja tradición, yo llevaré chocolate pero no podré llevar el pan, alguien me dijo: ni te preocupes, allá habrá mucho, en los altares no puede faltar, nosotros también llevaremos algo sabroso que estimule el recuerdo y los sentidos.

Hay mucha gente saliendo del vecindario, todos se apresuran para tomar su camino, se mezclan unos con otros pero con cierto orden, primero, las mascotas saltan de aquí para allá seguidos por los niños, ellos también corren y avanzan adelante de los adultos, los mayores sonríen caminando con parsimonia como si el tiempo no les importara, su andar es tan lento que parecieran flotar. Aunque todos llevamos prisa por llegar a nuestro respectivo festejo, se respira la calma y la alegría, se nota que es un día de fiesta, un día especial, después del encierro en que hemos estado.

Por fin llego, en la puerta me encuentro a mis vecinos que se organizan para entrar, espero un momento, uno de ellos me dice: parece que nosotros nos tenemos que acomodar donde está el camino amarillo, a un costado del altar donde el cempasúchil y las velas nos iluminarán mientras estemos con ellos, después probaremos todo lo que está colocado en la mesa que adornaron con tanto esmero para la celebración.

Veo a mis amigos, mi corazón parece salirse por la  emoción, sonríen y bromean, recuerdan anécdotas, los momentos en que hemos estado juntos, los días difíciles compartidos que se afrontaron con entereza y solidaridad, surgen reflexiones también nostalgia, finalmente retoman el ánimo para seguir charlando con nosotros.

Después de un rato algunos se despiden, comentan que también tienen que ir a celebrar con su familia pues saben que en estos días los esperan con mucho amor para consentirlos con las viandas que a ellos les gustan, deben apresurarse para aprovechar el tiempo que estarán juntos ya que tendrán que regresar al barrio donde ahora vivimos.

Por fin se desocupan, me levanto para ir a saludarlos pero están distraídos charlando, no insisto, ya habrá otra ocasión para  ponernos al corriente; aprovecho para regresar a casa con mi comadre que vive al lado, me dice que estuvo muy hermosa la fiesta, le comento que no pude vestirme como quería ya que mi ropero estaba vacío, así sucede, me responde, cuando una se va la familia todo regala, mira, ni te preocupes, con las flores del altar podrás adornarte, aprovechemos esta ráfaga de viento para volver a nuestro lugar pues hoy fue un día muy ajetreado, mañana descansaremos para volver con los nuestros cuando el aire de otoño remueva los recuerdos.

Imagen: Internet, Poema del alma, Louis Janmot (1814-1892)

PIENSO, LUEGO ESCRIBO / El renacimiento que viene / Por: Akiles Boy*

La Tierra cambió de color, una densa oscuridad apareció en el cielo de nuestro planeta y amenaza con mantenerse una larga temporada, es como un mal presagio, que nos hace recordar la condición humana, su compleja naturaleza que es conocida, pero todavía guarda misterios no descubiertos o no revelados, que al brotar sorprenden y nos empinan a desconsoladores estados alterados.

La perversidad, agresividad y capacidad destructora del homo sapiens, seguirán su acción corrosiva sobre el tejido social y tendremos que construir diques o murallas de contención, para atenuar o detener sus efectos nocivos. La decadencia avanza sigilosa ante nuestra mirada pasiva e indiferente.

Imposible abstraernos a este ambiente, en el que se respira un aire degradado y nos hace circular casi por inercia en zonas de alto riesgo para la salud física y emocional. Se ha plantado en el mundo, de manera peligrosa, la depresión como una enfermedad estacional y debe incitarnos a la reflexión y la búsqueda de salidas de emergencia para generar distensión y estabilidad en los grupos sociales.

La seguridad y salud son tan valiosas que exigen la responsabilidad de todos, no es un asunto solo de la Autoridad, que en muchos casos, fue rebasada o nunca ha mostrado la capacidad suficiente para atender las reiteradas crisis que se han presentado, y las que van surgiendo en estos tiempos de agitación y crispación, orígenes de la inestabilidad y la violencia.

No se espera un llamado a los redentores o iluminados para salvar al mundo, la expectativa, es el natural surgimiento de líderes, héroes visibles o anónimos, que inicien una nueva cruzada para sembrar la semilla de un renacimiento o saludable evolución para la humanidad. La estrategia podrá ser la cultura, la educación, la religión, el arte, el deporte, cualquiera, lo importante y urgente será el resultado, haber sacado al mundo del riesgo de muerte y cambiar a favorable su pronóstico.

Se percibe que en esa línea ya se mueve el universo, es posible que un ejército de soldados del bien empiezan a tomar posiciones para ocupar territorios, sacudir conciencias y provocar reacciones, a fin de cambiar el rumbo y destino de las generaciones del presente y el futuro.

Con ese mundo hipotético en la cabeza, caminaba por la calle Zaragoza en el Centro Histórico de Xalapa, me dirigía al emblemático edificio del Casino Español, el aire frío de la tarde me acompañó en el recorrido. Puntual a la cita, en el lugar se efectuó ese día la presentación de “El Libro Jamás Leído” de la autoría del virtuoso Javier Vitela Pabello, quien además es un cantante con reconocida trayectoria y un gran dibujante. La obra, publicada por la Editorial Manantial entre Arenas, es una compilación de dieciséis relatos, seleccionados de un cúmulo de historias escritas durante su migrante vida, producto de la aguda percepción y la sensibilidad que deja ver a través de su mirada y personalidad. En el evento arropado por la Red de Escritores por el Arte y la Literatura, A.C. se realizó un gratificante encuentro con asiduos escritores y lectores, qué juntos hacen un verdadero batallón para el fomento del arte y la literatura, por ahora solo vistos como actores secundarios en las escenografías del orbe, pero no es una quimera, que pronto se conviertan en un salvavidas para la humanidad. Hasta la próxima.

28 de octubre de 2022

LA GOTA AZUL / Maricarmen Delfín Delgado

La noche arrulla las penas, las recoge del aire que de suspiros se llena, llora discreta sobre los pétalos, sus lágrimas convertidas en rocío escurren sobre los verdes ápices al despuntar el alba.

El llanto, lenguaje universal, fenómeno fisiológico y sicológico asociado a las emociones positivas o negativas, podemos llorar por dolor, alegría, tristeza, coraje. Al llorar el cerebro mitiga el sentimiento detonante que generó el dolor físico o moral, causando una sensación de cansancio que tranquiliza haciéndonos sentir alivio. No somos la única especie “llorona”, también los animales lloran por situaciones similares a las humanas, por depresión, por dolor, por sentirse en peligro y vulnerables. Además, la risa excesiva provoca un llanto positivo como respuesta a  una excitación extrema.

Al llorar generamos empatía, se activan las neuronas espejo que nos identifican con otros, nos muestran vulnerables, desprotegidos, en situación de ventaja en ciertas situaciones, ver llorar a otro sensibiliza, disminuye la violencia y el coraje. Cuando se reprime el llanto las emociones se somatizan con el consecuente daño físico; las lágrimas son el detonante de la incomodidad cerebral manifiesta.

Para los bebés el llanto es su enlace con la madre y su entorno, en sus primeros meses de vida no se expresan oralmente pero frecuentemente lloran cuando sienten alguna necesidad: hambre, sueño, frío, calor, dolor, enfado, susto, o están en alguna posición incómoda; recordemos que también existe la comunicación por el tacto, la mirada, los sonidos, por medio del balbuceo.

Fisiológicamente las lágrimas cumplen una función importante, son uno de los marcadores del organismo para saber si estamos hidratados, además humectan el ojo y lo libran de infecciones ya que contienen gran cantidad de mucina, bicarbonato e inmunoglobulina A, que ayudan a controlar las bacterias, debido a su pH que oscila entre 6 y 7. El ser humano pude producir de 25 a 50 ml de lágrima dependiendo de la edad, su hidratación, su motivación para inducir al llanto.

Las mujeres lloran más que los hombres, no por patrón cultural, sino por su fisiología y nivel hormonal, en los varones la testosterona les impide ser más susceptibles al llanto, aunque hay sus excepciones; otro factor es la formación social y cultural donde el llanto es señal de debilidad, culpa o vergüenza. Al avanzar la edad se va disminuyendo el nivel de testosterona por lo que a mayor edad los hombres se perciben más sensibles.

El bioquímico William H. Frey II, investigador y profesor estadounidense, afirma que el llanto emocional tiene diferente composición a la de otro tipo de llanto, con mayor contenido de proteínas y hormonas por lo que las lágrimas permanecen fijadas en la piel durante más tiempo haciéndolas más visibles generando una mayor respuesta empática de otros.

En 1586, el médico británico Timothy Bright consideró que las lágrimas eran generadas en el cerebro y afirmaba que eran productos de “excrementos” húmedos de este órgano.

Desde la antigüedad, el llanto ha tenido un papel importante para muchas culturas, en la civilización egipcia surgieron las plañideras, mujeres a las que se les pagaba por llorar en los entierros, era un rito funerario con la creencia que sus lágrimas purificaban el alma del difunto para llevarla a la plenitud, ya que según el tabú griego los deudos tenían prohibido llorar en público. En el rito judío, se dice que para expresar una forma más enérgica la devastación de Judea el dios de Israel ordenó al pueblo traer lloronas que él llamó “lamentatrices”; esta costumbre pasó del pueblo hebreo al griego y romano. Las lloronas recogían las lágrimas en vasos llamados “lacrimatorios” que posteriormente se colocaban en la misma urna donde se depositaban las cenizas del fallecido. La frase “lágrimas de cocodrilo”, para significar el llanto fingido, proviene de una antigua creencia griega donde los cocodrilos fingían llorar para atraer a sus víctimas.

En Mesoamérica, especialmente en México, el llanto tiene un importante significado, los mayas lo consideraban como un acercamiento a sus dioses llamado “ok oh ool”, que se traduce como “llorar-voluntad”; en los indígenas mesoamericanos para mostrar humildad en sus rituales se observaba un ligero llanto. Al norte de Veracruz sigue vigente un mito ancestral de un dios que tomó la forma de granos de maíz y lloraba porque los mestizos lo tiraban con desdén al suelo en vez de sembrarlo con cuidado como una ofrenda. Todos conocemos la leyenda prehispánica sobre “la llorona”, que dio lugar a 120 versiones del mismo tema, que cuenta la historia de una mujer que llora por las noches lamentando la muerte de sus hijos ilegítimos.

Han quedado atrás ideas moralistas como que “los hombres no lloran”, “cúbrete el rostro para que no te vean llorar”, “se llora sólo y en silencio”, “por orgullo se llora por dentro”, “los niños que lloran son mariquitas”, “pareces vieja llorando”, entre otros enunciados retrógrados, en una sociedad que ya no le avergüenzan muchas actitudes que eran antes criticadas.

El llanto tiene un gran valor, nos identifica, nos une, nos vuelve una sola raza, todos lloramos no importando el color de piel o el idioma, el llanto es una constante, en algún lugar del mundo mientras alguien llora otro lo acompaña sin saberlo, en un lenguaje universal. Como diamante brilla en tu mejilla la gota azul.

¿Quién escribirá la historia de las lágrimas? Todos lo haremos.

                                                                                                       Roland Barthes

TERCERA ESTACIÓN / Maricarmen Delfín Delgado

¡Ah, el otoño!, su viento sopla como suave abrazo color marrón entre el verano y el invierno que invita al reacomodo espiritual, obligando al cuerpo a guardarse en quietud en busca calor y cobijo, de esparcimiento y amor. En ocasiones le reprochamos por la caída de las hojas, por la tímida y fría brisa, por la ausencia de sol, por el encierro obligado, sin embargo, la naturaleza es agradecida con la tercera estación pues regala el color y el perfume del crisantemo, la bignonia y el áster que lucen con todo su esplendor; con este colorido enfoque Albert Camus parangonó la estación diciendo: “el otoño es una segunda primavera, cada hoja es una flor”.

En la filosofía oriental la primavera simboliza la juventud y el florecimiento, el verano es la época donde nacen los frutos, el otoño representa la etapa del cambio donde las hojas secas se desprenden para dar paso a un nuevo follaje más maduro antes del descanso invernal. El poeta Leopoldo Lugones en su poema Amor eterno, aplica esta simbología: “No temas al otoño si ha venido / aunque caiga la flor, queda la rama, / la rama queda para hacer el nido”.

Siempre relacionamos al otoño con la caída de las hojas, lo culpamos por dejar las ramas desnudas y al árbol entristecido, sin embargo, éstas ya han cumplido su misión, cuando fueron verdes le proporcionaron oxígeno, realizaron la fotosíntesis, transformaron el bióxido de carbono, sostuvieron la vitalidad de su poseedor.

Al llegar el otoño las hojas secas caen como lluvia vegetal, no están muertas, quedan ahí almacenadas para cumplir la siguiente misión en esta segunda etapa, se convierten en abono, en cálido tapete, en ropaje de nido, aumentan la fertilidad y retienen la humedad, el acolchado de trituradas hojas protege a las plantas, cobija insectos, es un calefactor natural.

Son tema de canciones y poemas de amor, también de cantos infantiles. El poeta francés Jacques Prévers las hizo famosas en su canción “Las hojas muertas”:

“Las hojas muertas se nos agarran a la piel, ya lo ves no he olvidado nada, las hojas muertas se amontonan por las calles como las penas y los recuerdos.”

Gustavo Adolfo Bécquer en su narrativa Las hojas secas, entabla un diálogo entre dos de ellas que se preguntan cuál será su destino:

“…¿De dónde vienes, hermana? -Vengo de rodar con el torbellino, envuelta en la nube de polvo y de las hojas secas, nuestras compañeras, a lo largo de la interminable llanura. ¿Y tú? -Yo he seguido algún tiempo la corriente del río hasta que el vendaval me arrancó de entre el légamo y los juncos de la orilla. -¿Y adónde vas? -No lo sé. ¿Lo sabe acaso el viento que me empuja?…”

Ha llegado la estación más apasionada del año y la literatura lo sabe, el otoño como motivante inspiración regala su color, su aroma y un suspiro convertido en suave airecillo para envolver el alma y el cuerpo, en un vaivén de sentimientos que vuelan como aquellas hojas entre las ramas del árbol de la vida.

Mi tiempo otoñal se anida en la piel

Recorre, busca y se acomoda sigiloso

En espera de dejar su huella fiel

Pero solo se muestra como un esbozo

No permito me labre con su cincel.

Podrá tomar mi cuerpo como suyo

Por naturaleza evitarlo no puedo

Con mi sabiduría lo diluyo

Rejuvenezco el alma con esmero.

Recibo el otoño como renovación

No como atribulada vejez

Vivo, canto y bailo con la emoción

De existir en plenitud cada vez

Saboreando las mieles de la tercera estación.

Imagen: Internet, «Soledad de otoño» de Leonid Afrémov.