
Introspectiva
No recuerdo cuándo fue la última vez que escribí. Las múltiples actividades que complementan mi vida me han tenido maniatado. No he vuelto a usar los bolígrafos que me obsequiaron mis alumnos del curso de creación literaria. Las cartas obsequiadas siguen dentro de mi maletín. He leído más de lo que imaginé, he aprendido tácticas de locución para dar un mejor programa a mis radioescuchas. Eso me hace sentir bien. Soy agradecido con todo. Hoy fui más feliz, debido a que mi amiga y maestra Lilith Tagle ya me trajo su nuevo libro.
«No será eso que nos detenga» Lo leeré detenidamente y tengo la plena seguridad que saldré de la lectura con nuevos aprendizajes.
Quizás mañana vuelva a retomar el suspiro y lo plasme sobre las hojas blancas que ya me miran con rencor. Mis personajes ansiosos de participar en mis cuentos también se enfadan y me gritan. Se desesperan y algunos se esconden, otros más, desaparecen. Hoy escribo a través del móvil. La computadora la he dejado descansar un rato.
Mientras trato de ser feliz, prosigo en la búsqueda de incrementar las obras buenas que hagan que mi sonrisa se mantenga del tamaño de una rebanada de sandía.
Se los comparte su amigo de la eterna sonrisa
Édgar Landa Hernández.