Cuando la gota se agote

“Cuando la gota se agote”
La incesante gota disminuye pausadamente, se convierte en un hilillo que apenas se puede contemplar. Arriba, donde nace, se contempla diferente, triste, sabe que no persistirá mucho y eso me duele a mí también.
La cascada hasta hace poco abundante, ahora solo es un tobogán que dilapida lo último que le queda, está desprovista y no precisamente de la fuerza con la que envía el cauce del líquido vital.
La gota fenece lentamente y junto con ella las esperanzas de recobrar la fuerza de antaño, cuando de una forma desmesurada irrigaba de vida el caudal enorme que hacía que se conglomeraran millones de litros del líquido transparente. Ahora solo son quimeras.
La gota se agota. Muere lentamente en la agonía de una vacilación y despilfarro de nosotros, los seres humanos, los que nos convertimos en dioses sin siquiera llegar a ser ni la más ínfima partícula comparada con el creador.
Sigo observando y todo es en vano, se cuida lo que se ve, lo tangible, pero no se actúa conforme a una sensatez de que el líquido que da vida se está agotando. La gota fenece, agoniza día a día.
La montaña hace lo propio y busca los ríos subterráneos que nutran su caudal, pero es en vano. Se busca donde ya no hay. Las cuevas y sótanos encriptados en el corazón de la tierra poco a poco se secan, al igual que las esperanzas por dejar un mundo mejor a los que vienen, el egoísmo y el orgullo se han apoderado de la humanidad.
El amor ha quedado sepultado entre miles de emociones que conciernen solo a una ambición materialista que terminará pronto. Aún es tiempo de actuar, de acatar la razón y convertirnos en héroes, rescatar y saber encausar las ideas en torno a un bienestar social. La gota se agota, pero no mis esperanzas de poder hacer algo en pro de los demás…
Edgar Landa Hernández…