ANECDOTARIO. LAS UVAS / Autor: Carlos Eduardo Lamas Cardoso

Sucedió hace ya varios años, seguramente 25 o por ahí.
Por alguna razón esa noche coincidimos Luisito (mi primo) y yo, creo nos encontramos en misa de ocho, la vedad no recuerdo bien.
Hacía tanto calor que contra nuestra costumbre de tomar agüita fresca de limón o de naranja, se nos antojó tomar unas cervezas bien frías y como dicen que al cuerpo lo que pida (menos trabajo, por supuesto), nos dedicamos a buscar un sitio adecuado y de ambiente familiar para poder saciar nuestra creciente sed.
Para nuestra desgracia, la avanzada hora de la noche jugó en nuestra contra y los únicos lugares abiertos eran baresuchos de mala muerte dónde ni siquiera pensamos entrar.
De pronto recordé que por Paseo de la Reforma había un bar de clase 5 estrellas llamado Las uvas (algún amigo me lo habrá recomendado) y que podría ser un lugar adecuado a nuestra alta categoría y bajo presupuesto.
Después de rogarle y convencerlo en un minuto, finalmente Luisito, aceptó. Raudos y veloces nos dirigimos al centro cultural de la perdición.
Al llegar, desde afuera se notaba la clase y finura del bar y sin pensarlo mucho nos adentramos en su mundo de media luz.
Ya adentro desconocí el lugar (chin, ya me quemé)… Había sido remodelado y en realidad no había mesas como para sentarse, pedir un trago y platicar acerca del sermón que había dado el padre, había que hacerlo en una banca comunal instalada a todo lo largo y ancho del local y rodeando una pista con forma de ocho.
Pues como a donde fueres has lo que vieres, tomamos asiento y pedimos lo que iniciaba a ser una moda, un cubetazo de cervezas.
Dos o tres tragos después, salió la primera ejecutante de artes escenicas para mayores… Su vestuario mostraba el poco presupuesto que había contado para su presentación… breve bikini y diminuto brasier… La cerveza o algo más nos hizo efecto contrario, en vez de quitarnos la sed, incrementó.
Su baile cadencioso demostraba una alta capacidad y profesionalismo, quiza era egresada del INBA o alguna academia de prestigio de Polanco o Las Lomas.
En uno de sus movimientos inesperados, tomó un tubo instalado en un extremo de la pista y con movimientos felinos trepó hasta lo alto, sus piernas lo apretaban fuertemente. Acto seguido soltó sus manos e inclinó su torso hasta atrás, dejando que su cabellera se meciera en el aire. Fue muy sutil, nada vulgar o prosaico… Este tipo de eventos deberían presentarse en Bellas Artes o el Auditorio por su calidad a pesar de no contar con una gran producción.
La señorita bajó del tubo y seguramente en un descuido de su parte, el brasier se le desprendió del cuerpo, dejando sus pechos al aire.
Luis exclamó algo asi como » No maaaa».
Habría que reconocer que lo que estabamos viendo era como para exclamar eso y más.
Pero no fue todo, de pronto se paró de espaldas a nosotros y se agachó hasta poder saludarnos por entre sus piernas. Luis estaba en trance, como el exorcista y yo supongo que me encontraba igual.
Alguién por ahí se paró y le puso un billetin de 50 pesos en la tira del bikini, nosotros lo único que le pusimos de a montón, fueron miradas.
Al poco tiempo el bikini también se encontraba tirado en la pista y ella bailaba y se contorcionaba en un tubo o en el otro, brindando un excelente show merecedor de un minuto de aplausos de pie.
Después de ella pasaron dos o tres más haciendo el mismo ritual aunque con pequeñas diferencias.
En determinado momento una de ellas medio vestida, se acercó a nosotros y nos preguntó si queríamos compañia, ante lo cual respondí seriamente y con autoridad que no. Luisito no decía palabra, estaba engarrotado de arriba a abajo, más de abajo que de arriba.
Ahhh, pero la dama en cuestión ya nos había echado el ojo y pensado «estos papasotes se ven bien buenos y deben estar bien cargados»
Al menos en lo primero sí acertó.
Pues ahí estaba insistiendo que nos hacia compañía, o que nos podía hacer un baile privado pero que no teníamos que meter las manos y no cejaba en su empeño. Lo peor del caso es que nos limitaba la visión de lo que sucedía.
Luisito y yo solo estirabamos el pescuezo de un lado a otro tratando de ver el gran espectaculo digno del Cirque d’soley que se desarrollaba en la pista, y la chica ahí enfrente… Insiste e insiste con que sí y yo insiste e insiste con que no.
Por estar en esa discusión nos perdimos los shows más candentes; Flor de canela, La norteñita, La rusa y dos o tres más de exóticos nombres que no recuerdo.
En cierto momento y ante su insistencia del motivo de nuestra negativa para aceptar su compañía, le respondí que yo ya tenía mi pareja y que no iba solo.
Ella intrigada volteó de un lado a otro y sin encontrar lo que buscaba pregunto:
-¿Quien?-
Con la voz menos masculina que pude fingir le respondí:
-él- y señalé a Luisito mientras pasaba mi brazo por encima de su espalda.
Su cara reflejó sorpresa y repugnancia al mismo tiempo.
Volteando a vernos enfurecida antes de retirarse gritó:
-¡Par de pu@#%s!-

Carlos Eduardo Lamas Cardoso.
México.
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