Sentado ante el altar de mis recuerdos,
que fueran de mi ser la inspiración,
ardientes del soñar fueron acervos,
del fuego con que brota mi pasión.
Ame, fervientemente es mi recuerdo,
rebasé en mi adorar esa pasión,
soñandolo los labios yo me muerdo,
pues loco me volviera esa ilusión.
La vi y fue un impacto su hermosura;
amarla, fui perdiendo la razón,
derroche, era en mi pecho la ternura,
que amante, yo le di con devoción.
Ahora, al recordarla yo la sueño,
el pecho, se me inflama al suspirar,
iluso, yo pensará ser su dueño
y amarla para siempre; en mi soñar.
Que triste, fue la vida en mi quimera,
amarla, fuera siempre potestad,
el mundo, que importaba si eso fuera,
su amor, era mi encanto y mi soñar.
De Norandino Aranda Palomino.
El Trovador.