Tuya la suerte / Autor: Javier Vitela

Tuya la suerte, toda. No tuviste de por medio espiritismo alguno para rogar que te entregaran el entierro las almas en pena. Nada, nada filemón.
Pero algo en el fondo presentías.
Describirlo no podías con palabras, algo en ti te perturbaba; entendías que había que pagar algún precio, te sentías ansioso por ello. Se observaban la luna y tú, por ves primera captabas a la luna imaginativo. Clarísima la noche, de negritud pura, con chispas que irrumpían la profunda oscuridad; rompía la luna ese contraste, con su enorme personalidad bañada de argenta. Corrientes tus perros, los que te adoraban y se acurrucaban a un lado del cuero preñado de oro, mientras tú ilusionado te viajabas a mundos nuevos.
¡despierta ya filemón! Apura que el sol te empezara a dorar el rostro.
Filemón, no pierdas tu tiempo en tu sueño irreal. Despierta y vive. Disfrute tendrás en ello. Mira que contar bien los onzas debes.
Recuerda filemón, despierta a tu nueva realidad.
Filemón, filemón los perros ya se llevaron el cuero arrastrando filemón.
Regresa, no caigas en la trampa del tóxico aliento de los tesoros, de los gases envenenados. Sucumbe a tu realidad filemón.¿ O acaso no revisaste bien la vaca?
Tal vez tenía alguna mordedura de serpiente y te envenenaste con la carne.
¿Que fue filemón?
No te entrampes; no te huyas de ti.
Ya los perros arrastran los cueros de la res; ya los perros relataran tu leyenda. La del tesoro encantado; la del tesoro que nunca existió.
Moriste tu filemón, onza alguna jamás se vio. Ya los perros desgarran a tirones los cueros de la res, ya tu corcel ciego está,
Testigos de nada quedo.