Voy montado en las frágiles alas de una libélula, sí es muy fuerte, vence cualquier ráfaga de viento surca el mundo sin importarle los cambios climáticos,
no tiene predadores que interrumpan su vuelo, sólo tiene un enemigo al que le teme: al ser humano (qué raro), ella no le causa mal a nadie menos a él, Las libélulas ayudan a los humanos devorando insectos tales como a los mosquitos y a sus ecosistemas acuáticos, son primero huevo luego ninfa y después ya surge como la conocemos.
Descansa en una espiga de maíz y dialoga conmigo:
—¿Vas cómodo amigo?
–Sí, muy cómodo, pero tengo una pregunta, tengo la sensación de que tú vas temerosa conmigo, ¿es verdad? Tu vuelo es incierto y quizá no te guste mi compañía.
Yo no soy enemiga de hombre porque sabe que soy útil a los ecosistema. Pero le temo porque él sin desearlo nos quita los acuíferos contaminándolos.
Cuando somos
ninfas se da cuenta el hombre porque somos un indicativo de que ese acuífero es sano porque nosotros necesitamos mucho oxígeno para terminar nuestro ciclo de vida.
Recientemente el hombre nos ha nombrado el mejor taxon indicador de la biodiversidad para los invertebrados.
Aportamos datos valiosos a la ciencia mediante nuestra existencia.
Tú dices que somos frágiles porque aparentamos volar lento pero no es, así podemos girar de volar fijo en un solo lado velocidad cero a 100 kmph en ruta opuesta en un segundo.
Te dejo cerca de tu casa y yo me voy a mi estanque del río.
—Gracias amiga, por el viaje y por
enseñarme tu mundo. Adiós.