Día tras día circulan por la ciudad varios autobuses. En distintos puntos puedes encontrar la parada o la señalética autorizada por tránsito municipal. En eso decides tomar el servicio urbano y ves que las personas hacen fila para subir al autobús. Un joven con arete en la oreja derecha y con la cabellera larga empuja a una señora de aproximadamente unos 65 años para que avance. La doña alcanza a detenerse en un tubo, paga su boleto y sigue caminando. Un señor bien vestido que lleva un portafolio negro ve esa acción y le llama la atención al joven.
- Muchachito. Usted no conoce los buenos modales.
- ¡Qué le importa!
Y el joven ve con cara de pocos amigos al señor.
- En nuestro tiempo, nuestros padres nos enseñaron a respetar a las personas mayores. ¿Usted tiene padre o madre?
- Con mi jefecita no se meta. A mí me vale y deje de estar chingando porque si no se la voy a partir…
Hace el movimiento de querer darle un golpe con la mano derecha, pero se contiene y ambos se van a sentar distanciados.
Desde el asiento 24, la señora exclama:
- ¡Muchas gracias señor, Dios lo bendiga!
Dentro del autobús se escuchan unas canciones del Súper Show de los Vázquez y el conductor las va tarareando, mueve las manos al sujetar el volante, mientras toma un refresco de color oscuro. Una pareja de jóvenes preparatorianos van en los asientos 7 y 8. El chico la abraza, la chica reacciona y se pone roja.
- No hagas eso, nos pueden ver y me van a regañar.
Hace a un lado el brazo del chico.
- No seas así. Tú sabes que te quiero a la buena.
- Eso le has de decir a todas. No te hagas wey.
- ¿Cuáles todas? Eres la única, la razón de mi vida.
- ¡Ajá! Para la próxima me llevas en taxi a mi casa.
- Mis papás no me dan mucho dinero para la escuela.
- Pues pídeles o aquí terminamos. Que no sean tan codos tus papás.
- No seas así. Está bien, les diré que me den más. ¿A ver qué pasa?
Ella lo abraza y le susurra al oído.
- Te quiero.
En los asientos 13 y 14 va una señora que trae un vestido floreado y su hija lleva un short azul y una blusa negra. Hace como 15 minutos que tomaron el autobús para ir al supermercado.
- Me recuerdas que tengo que comprar dos kilos de frijol, 2 kilos de azúcar, 1 kilo de arroz, 2 cajas de leche, 1 kilo de tomate, 1 kilo de jabón para lavar y 1 litro de aceite.
- Sí mamá. Mi papá te pidió un six de cervezas y yo quiero unas palomitas. Recuerda que tenemos en la casa el microondas.
- Está bien, pero no le sigas la corriente a tu papá. Le vamos a tener que hacer una purga para que deje la pinche borrachera.
- No, a mi papi no le des esas cochinadas. Te voy acusar con él.
- Te voy a comprar tus palomitas mija y a ver qué otra cosa se nos pega.
La hija sonríe. El autobús se detiene en una parada, sube más gente y en eso aparece un payaso. La música se calma y empieza con sus chistes, los cuales son muy malos y nadie de los pasajeros, le pone atención. Cuando termina dos o tres personas le dan unos pesos.
El señor del portafolio negro toca el timbre para bajarse en la siguiente parada y así poco a poco transcurre el tiempo y en cada parada van bajando los pasajeros, incluida la señora de los 65 años y el joven que la empujó y en ningún momento se disculpó. Unos bajan y otros suben a ese autobús que circula todos los días en la ruta de la Séptima Estación.
(*) Escritor veracruzano de un rincón del Totonacapan.
Correo: venandiz@hotmail.com Twitter @tepetototl