CIELO DE HUMO / Autor: Javier Vitela

Allá, en el viejo molino de la ex hacienda de la parada, apartado del poblado de buenavista Jesús y Trinidad como noche a noche, invariablemente, al recostarse sobre aquel colchón de resortes miraban en el techo la ahumazón de cuando la hacienda entera fue quemada por los revolucionarios,
Tan negro se veía como la noche misma, remembranza de aquel pasado revolucionario; recuerdos de esa lucha infructuosa pues pobres seguían siendo.

  • mira Jesús esa negritud que se columpia
    Sobre nosotros, parece la noche misma.
    Pero sin luna ni estrellas.
  • ¿Años cuantos hacen Trinidad? Tu ni
    Habías nacido y yo un chamaco de 10
    Años cuando la quemazón que incendió
    La hacienda; cuando la revolución que nos
    Puso aquí.
  • El fuego con su lengua negra dejó su
    Rastro Jesús; la lumbre devoró todo,
    Desnudas las paredes quedaron y los
    Techos negros de ese óxido
    Que tiene la maldad del fuego.
  • Como nos pesa esta noche falsa, la vista
    gastada tengo de tanto buscarle su fondo.
    a veces en el negro luto que reviste el
    techo observo el rostro de nuestros
    difuntos, veo que nos miran.
  • A veces veo yo a mi madre con sus ojos
    preguntones, busca en mi a sus hijos que
    huérfanos dejó.

Trinidad a la muerte de su madre por el parto de Pedro, su hermano, se hizo cargo de sus 5 hermanos y el viejo lángaro de don Pedro se desentendió de todos ellos. Jesús al casarse con Trinidad se apoyó en trinidad y se ganó el respeto de sus pequeños cuñados quienes se dirigían a el llamándole papá.

  • Mira que al último, tu padre ciego quedó
    Trinidad, sacaba de sus pantalones centa
    vos oxidados que repartía a sus bisnietos
    Como queriéndoselos ganar. Ingrato don
    Pedro, solo este derruido techo nos dejó,
    Siquiera nos hubiera pintado unas
    estrellas para no salir afuera a buscarle
    luz a la noche.
  • Observa allá trinidad, esas 6 estrellas que
    brillan aunque muertas están, atrás de
    ellas parecen divisarse dos viejos soles
    que vida a esas estrellas le dan; vamos
    Trinidad, cerremos ya nuestros ojos y tapémonos con el cobijo de esos soles
    que son nuestra última esperanza;
    nuestros últimos hijos que vivos están.
  • ¿Qué habrá sido de nuestros hijos Jesús?
    Casi ya nuestra edad deberían de tener
    Tu clavaste tu mirada en la negritud de
    La noche a los 86; yo ya no se, perdí la
    cuenta de tan vieja que me fui.