La felicidad es una promesa que nos hacemos a nosotros mismos y no nos la cumplimos; la felicidad es el sepulcro de los recuerdos donde el epitafio está escrito con letras que se esfuman en el olvido; la felicidad no se encuentra ni en el sobrante, ni en el faltante de nada. La felicidad es saciedad de algo que no sabemos identificar, por lo tanto somos insaciables.
La felicidad sería el retornar a nosotros mismos con ínfulas de humilde humanidad;
la felicidad no soporta estar rodeada de la triste miseria humana, no está en su condición soportar la escoria en que se ha vuelto la humanidad; la felicidad no quiere entender que el hombre le es infiel con la maldad y que esta lo hunde en el fango
del desencuentro con él mismo; le felicidad
Nos observa deseosa de que la rescatemos de las penumbras del desentendimiento,
Viajera vaga sin rumbo en este mundo que está construido para la fealdad.
Feliz seríamos sin las tormentas de ego que secas están de absolutas verdades;
Feliz seríamos si miráramos a los ojos del prójimo para advertir en ellos la luminiscencia de su naturaleza; de felicidad
El mundo se colmaría sin las culpas de nada; sin condicionamientos que lo aprisionen en creencias que se fundamenten en una fe que es el no preguntar de nada.