Por la mañana, se levanta muy temprano, y lo primero que hace es concen- trarse: “Intento memorizar lo que he soñado, tal vez escriba sobre ello”. Después de desayunar, recibe a su amigo, el señor Sabry, que le lee la prensa del día y algunos libros. Más que leerle, el señor Sabry le grita al oído, como el señor Salmawy durante nuestra entrevista. Más tarde, una vez ha comido, Mahfuz sale de tertulia, a charlar con sus amigos, un grupo diferente de amigos cada día (aunque alguno de ellos repite turno), en diferentes cafés, bares y hoteles de la ciudad, hasta las diez de la noche. Nada recluye a Mahfuz, que va a cumplir 95 años, es ciego, casi sordo y no puede hablar demasiado tiempo seguido. Sus activi- dades habituales incluyen sesiones de fisioterapia tres veces por se- mana.
¿Cómo sería la vida de Naguib Mahfuz sin la puñalada que recibió la tarde del 14 de octubre de 1994? Aquel día, el escritor, tras salir de su casa, fue atacado por un integrista religioso, que consiguió clavarle un cuchillo en el cuello. Salvó su vida porque el amigo que le acompañaba en aquel momento era médico y porque el atentado se produjo al lado de un hospital. Desde entonces, le acompañan las secuelas de aquel ataque. Por ejemplo, su mano derecha quedó paralizada. “Tuvo que aprender de nuevo a coger el lápiz –nos cuenta Mohamed Salmawy–, ¡él, que había recibido el mayor premio literario del mundo! Y lo hizo sin quejarse. Consiguió al final, tras mucho ejercicio, poder escribir media hora al día, aunque nunca más aquella letra clara de antes”. Mahfuz nos muestra, trabajosamente, su caligrafía actual, que le permite escribir alguna frase corta o firmar un libro. Parece la letra de un niño.
Extraído del libro «La vuelta al mundo en 80 autores» de Xavi Ayén con fines exclusivamente de divulgación, no comercial.