Bolero cuenta pasos eras ramón, la vida te había facultado para los pasos de tus clientes saber antes de sus muertes.
Habías crecido con ese talento sin saberlo, creías que al igual que tú todos los demás tenían esa sabiduría de manera innata.
Temprano llegabas a diario al parque a pulir
El fino charol de los grandes señores, políticos algunos, empresarios y señores de alto intelecto otros. Se reflejaba tu rostro en aquellos zapatos del negro charol, se desfigurada tu imagen Ramón, contemplabas absorto de tu entorno los espectros de tus clientes,
Les veías sus vidas que con la muerte danzaban el vals al ritmo de un requiem que se escuchaba en la lejanía.
Por esos días llegó un globero con su hijo huérfano de madre llamado maclovio, pequeño de 7 años el. Descalzo de acerco a ti para obsequiarte un hermoso globo color naranja, maclovio empatiza contigo pues tenía parecida facultad a la tuya.
Mediante las tonalidades del color de los globos maclovio a la muerte del poseedor de estos veía, tu globo se sonrojaba en colores más intensos al tú tocarlo.
Maclovio acariciaba el suelo con los dedos de sus pies descalzos, a veces con ellos rascaba la tierra cuando el hambre lo agobiaba.
Buenas propinas recibiste aquel día de aquellos clientes tuyos, personas colmadas de existencia, de vida harta por gastar todavía tenían, miles y miles de pasos contaste aquel día. Con esas monedas de plata de pátina aterciopelada un par de zapatos a maclovio compraste.
Al día siguiente tú mismo en tu pequeño banco lo sentaste y de charol adornaste sus frágiles pies castigado por la inclemencia del árido suelo. Cual sería tú sorpresa Ramón, tu globo sonrojado de harta vida seguía más en maclovio casi pasos ya no veías. Contabas y recontabas pasos largos y pasos cortos. Ya a maclovio la vida para vivirla no le alcanzaban.
Maclovio, con el permiso de su padre, contigo a buscar un helado se retiraba.
Se iban con el crepúsculo como testigo,
El arrebol de las nubes con tu globo se confundía, pues las nubes sobradas de vida igual de rojo naranja se vestían.
Maclovio ese día ya con su padre no regresó, al día siguiente al amanecer encontraron el pequeño cuerpo sentado en una banca del parque sin sus pies y con el
El globo atado en su mano, el cual pálido y sin su singular naranja candente flotaba en aquel entorno donde la muerte danzaba alegre con la ironía.