El cielo gimotea

                                                                         El Cielo gimotea

Pedazos de cielo caen fragmentados sobre una reseca soledad. Las minúsculas gotas enfurecidas humectan las ausencias, dentro de fragancias de tierra húmeda, de anhelos.

La neblina se presenta y junto con ella el cuadro emblemático de la ciudad. La afligida atmósfera es convertida en apocalípticos destellos de incertidumbre. ¿Cuánto durará?

¡No lo sé!

La luvia prosigue. Echo de menos las ausencias, recuerdos que cavan tumbas inexistentes, sombríos presagios que no se han escrito.

Las mismas preguntas de siempre, algunas sin respuesta alguna. Imploro al que habita en las alturas.

El aguacero prosigue. Las hojas blancas aguardan con paciencia los discursos olvidados.

El gesto afable de la gente es un rito dentro de representaciones grotescas simulando máscaras inequívocas de hipocresía.

El nubarrón gris lava nimiedades, Alivia angustias. Y prosigo recostado, con la mirada fija, con pensamientos, algunas veces caóticos, otros, llenos de esperanza y fe.

La existencia es una espera en una estación con muerte sin final feliz.

Me gusta ver llover, presenciar sin tregua. Rompiendo paradigmas que derrumben las cumbres del orgullo.

Hoy fue una noche diferente. El día inicia y no se ve por ningún lado la moneda radiante, hoy tiene falta.

Con ingenuidad lo espero en vano. Pero con la convicción de que mañana, que mañana probablemente me vuelva a iluminar como reflejo de mi propia sonrisa.

Edgar landa Hernández.