Vamos vida, alúmbrame, acompaña mi jornada, ilumina el rito diario de mi existir.
Colma mis sentidos y camina junto a mi, ven, ven alumbrame, que todavía no amanece.
Vamos, andemos, por el sendero oscuro aquel, para que tu luz brille más; para no plasmar mi sombra sobre esta tierra infértil que remiten a la duda de mi existir.
No ilumines sobre mis pies, no quiero ver esas holladuras que evocan las cicatrices del peso de mi ser.
Livianos viajemos, alumbra el sendero, alúzame las piedras con las que tendré que tropezar.
Baja tu luz, no alumbres demasiado, los árboles nos hacen sombra y sus arbustos me asustarán.
No alumbres más allá, nunca veré el fin del caminos y las bifurcaciones me confundirán.
Vida apura al amanecer, para el flotar de las nubes ver y comprender la sublimidad; vida no te vayas sin mi, cúbreme con tu luz y acércame a ti para que mi rostro resurja de las tinieblas y atestigue mi existir, pero vida no me alumbres demasiado, pues ciego quedaría de ti.