Ahora vivo en un nuevo hogar.
Mi mente ya no se encuentra enredada como una raíz de mangle.
Mi cuerpo es como una esponja marina que absorbe el nuevo conocimiento de lo que es bienestar.
Las meduzas me han enseñado a esconderme del mal y del fango maloliente, voy entre abundantes algas y líquenes marinos.
Antes fui un maya que vivía cerca de las lagunas de Tiankán.
Era infeliz por la intolerancia de la raza humana y su afán de destrucción.
Ahora vago por islotes impenetrables sin saber cómo hago para avanzar entre barreras de mangles.
Unas fragatas me prestan sus alas para llegar a un destino incierto pero confortable.
La naturaleza me conquista.
No quiero ir a otro lugar que no sea este Edén terrenal.
Ahora mi cielo es mucho más azul.
Mis interlocutores son los pelícanos y garzas blancas del agua azul donde me encentro, que me han enseñado su maravilloso lenguaje, positivo y pacífico, distinto al beligerante de mis hermanos humanos.
Ellos, mis nuevos, amigos, podrán
sobrevivir en este globo terráqueo, por más, que los violentos volcanes, huracanes y pestes quieran
aniquilarlos, porque desconoces y han descartado de su conducta los vocablos, destrucción y violencia.
Me encuentro a salvo de maldad, desamor y lascivia, rodeado de amigos flamingos rosados, halcones peregrinos y águilas que me prestan sus alas para desplazarme por este paraíso terrenal.
Mi nuevo Edén.
Raúl Silva.