Un Breve Viaje

                                                        Un breve viaje

Fotografias de Victor Dj Peralta.

Dialogo con las múltiples posibilidades referente a efectuar un breve viaje a través de las arterias citadinas que conforman mi bella Xalapa. Caminar sobre las irritadas avenidas, es un escape a una realidad que lacera, que impone condiciones en una actualidad caótica.

¡Desde niño me enamoré de mi ciudad! Cuando fiel a la observación contemplaba por la estación nueva los árboles de nísperos, ¡eso me gustaba!, mirar su fisionomía como trasmutaba a un color amarillo, herencia de memorias entre naranjales extintos, guayabos aromáticos en donde entre sus ramas me quedaba colgado cortando sus frutos junto con mis hermanos y amigos.

Y qué decir del ferrocarril, metáforas encuarteladas entre rieles de acero horizontales, despojos de vida que ausentan las dificultades convirtiéndose en salidas al sonido del chucu chucu. Mientras camino, decido. El sentir bucólico me lleva de la mano. En algunos sitios me detengo, suspiro y rememoro. ¡Mi ciudad al igual que yo hemos cambiado!

Cada paso que doy es un latido, escucho entre los tejados murmullos que presagian reverberaciones fieles a la primicia de una luna que apenas se deja ver, sale fugitiva, ilumina y se vuelve a esconder entre desteñidas nubes dejando en el asombro el paisaje.

Me detengo frente a la iglesia de san José. Admiro su estructura arquitectónica, sus campanarios que a esta hora callan, homilías contra aptitudes erróneas, bosquejo de una esperanza que tarde o temprano habrá de llegar en forma de fe.

Hace muchos años la neblina era el emblema de Xalapa, hoy, debido al calentamiento global la ciudad sufre, tiene sed, sus lluvias se ausentan y crean grietas, y no únicamente de agua, también de solidaridad, le hemos quitado su flora, y eso, ¡eso duele!

Hoy disfruto, contemplo. No llevo prisa. Todo a su tiempo, en el compás de un tic tac señalando los segundos que a la postre son momentos convertidos en oraciones, que algún día, algún lector se detendrá a leerlos, y quizás al igual que yo, vuelva a enamorarse de mi ciudad, sin siquiera haber estado ahí.

Se los comparte su amigo de la eterna sonrisa

Edgar landa Hernández.