Don Chón es un anciano de casi 85 años según él, pero la gente mayor dice que fácilmente podría tener más de los que él dice tener. Su sombrero viejo de ala ancha, es una especie de escudo, lo usa siempre, para protegerse del sol, de le la lluvia, del frío y hasta para dormir en el campo lo inclina en su cara para poder descansar un rato. Y hasta para la identidad, es su carta de presentación y de saludo.
Cualquier cosa que le preguntan, siempre da una acertada respuesta, sin importar la pregunta que le hayas formulado. Sabe de todo. Un día le pregunté a don Chón:
—¿En qué universidad estudió usted, don Chón? Le encantó la pregunta y a mí la respuesta.
—No fui a ninguna universidad, en mis tiempos sólo había hasta tercer grado de primaria. Los conocimientos que tengo, me fueron revelados por un extraterrestre el día que estaba sembrando mi maíz cerca de las montañas de Valle de Santiago. Me asombró su respuesta.
Ese es el viejo secreto de don Chón. Su enorme capacidad receptiva.
Efectivamente, en todo el pueblo, es bien sabido que el vetusto don Chón, dice que sus habilidades incluyendo las agrícolas, se deben a las pláticas que tiene con los “marcianos” (así se refieren en el pueblo a todos los extraterrestres, que la gente cuenta haber visto cerca de las montañas), con los que él tiene contacto. Don Chón es capaz de lograr que sus plantas de maíz tengan una altura de cinco metros y con cinco o seis mazorcas grandes y hasta ocho pequeñas en cada una. Se cuenta en el pueblo que don Chón es el único que puede charlar con los extraterrestres. Al viejo del sombrero viejo, lo han venido a visitar agricultores de muchas partes del mundo para que les dé algunos consejos agrícolas y don Chón, nunca se niega.
Los extranjeros se van complacidos de sus recomendaciones.
Un día, un insolente sobrino de don Chón, al que ayudaba con las tareas, le puso un reto. Le dijo que en las oficinas del ayuntamiento estaban solicitando un asesor agrario y que el sueldo era muy bueno. Se requería que supiera sembrar toda clase de plantas para alimentos para el ganado y mejorar las cosechas a favor de la población agrícola y ganadera. El burlón sobrino le dijo:
__No creo que tú sepas cosas como esas, tío, probablemente te corran de inmediato, como ya ha sucedido con todos los que se han presentado, a pesar de que ellos sí tienen estudios. El viejo del sombrero viejo lo ignoró, no tenía tiempo para descalificaciones, siempre rehuía de las confrontaciones. Sin embargo, el sueldo era muy alto. Se presentó en el ayuntamiento con el jefe del proyecto, saludó tocando el frente de su viejo sombrero y le dijo que iba por el empleo. El gordo funcionario que lo recibió, soltó una ruidosa carcajada y sólo acertó a decir: ¿Usted? Le revisó sus pocos papeles. Faltaba uno, que le exigió el obeso funcionario!
—Muéstreme su curriculum vitae.
Don chón no sabía qué era eso.
El gordo le explicó que sus experiencias de vida.
El viejo no se alteró, le mostró sus manos callosas y se despojó de su sombrero viejo y rodó por sus hombros una cabellera brillante de canas diciendo :
Estas son mis experiencias de vida. En dos horas, don Chón mostró sus dotes de agricultor, del uso del agua por goteo, por derrame, por temporal (dependiendo de la siembra), de la selección de las semillas, de las de cielo abierto, de las de resolana, de los distintos fertilizantes, y las cantidades de producto a cosechar por hectárea, y los procesos para alimento del ganado.
Admitido. Fue la sentencia del funcionario. Sus canas y manos callosas, fueron su curriculum vitae.
Raúl Silva.