Escóndete Uriel, ve al viejo molino bajo la muela de piedra, aguántate el miedo, los fantasmas te inquietarán.
El gélido aliento de los recuerdos te espantarán; pero tu aguántate porque si te encuentran te fusilarán.
Reza el rosario para el cobijo de tu alma; pero no dejes de escuchar.
Ya vienen por ti, persuade al viento para que no viaje tu respiro a los oídos de los que vienen.
Se acercan ya en tropel.
Vienen en lustrosos caballos que bufan de odio por no encontrarte.
Seguro te arrastrarán. Mal encarado el capitán sus sentidos agudiza, pues te presiente cerca.
¿Cómo osaste traicionar a mi general?
Tu vida no solventará la deuda de honor.
Tu vida, que siempre ha valido nada a todos nos arrastrará.
Acurrúcate entre las canteras, aférrate a ellas hasta que en piedra te conviertas.
Se cobrarán, seguramente, con la vida de todos nosotros.
Deshilacharán nuestro honor, en cadáveres nos entregarán en carroña a los lobos; más tu en piedra te convertirás. Quedará tu alma aprisionada en paredes de culpa recalcitrante.
Quédate quieto, tú eterno estarás lagrimando la piedra de tu ser hasta estriarla.
Nosotros vagaremos por siempre sin consuelo encontrar, sin el honor de una sepultura tener, sin epitafio que dignifique nuestro ser.
Barridos de este plano, como escorias que el mundo no merece tener.