Son muchos años los que han pasado. No recuerdo el nombre de mi ahijado. No sé dónde vive mi compadre. Solo fui a bautizarlo y después asistí a su fiesta de los tres años. No hay manera de comunicarse con ellos. De lo último que me enteré, es que se cambiaron de domicilio y viven en otra ciudad. Su familia profesaba la religión católica pero ahora son cristianos. Una señora me dijo que mi compadre se vio afectado por la crisis económica. Eso fue por el año de 1980. En la empresa donde trabajaba despidieron al personal y entre ellos, lo incluyeron. Prácticamente los corrieron y no los liquidaron conforme a derecho. ¿Qué difícil ha de ser encontrar trabajo, ahora que tiene 65 años?
Recuerdo a mi compadre desde cuando estudiábamos juntos en la escuela secundaria. Éramos los mejores amigos. Las matemáticas fue su materia favorita, por eso decidió estudiar en su juventud, la Licenciatura en Administración de Empresas. Quería ser dueño de su propia empresa. Pero, ¿qué se puede hacer? Es una persona pobre y con muchas necesidades. Como empleado ahí la iba pasando con su familia. Su esposa, mi comadre tuvo tres hijos y uno de ellos es mi ahijado. Y con eso que le sucedió. Está cabrona la situación. La empresa quebró y se lo llevó entre las patas. Deberían apoyar a las empresas y a las personas como a mi compadre.
Hacen falta empleos para las personas adultas. Es necesario que nos hagan sentir incluidos y no olvidados. Aquí estamos y tenemos experiencia para servir a los demás, aunque la fuerza se nos está acabando.
(*) Escritor de un rincón del totonacapan.
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