En qué me he convertido, esta ciudad me está matando.

Debería tomar lo que llamo «mis cosas» e ir al lugar que siempre pienso cuando cae la noche y cuando despierto. Ya ni siquiera sé que fue de las ganas de escribir, de viajar, de la sana convivencia un jueves con los juegos de mesa. Ojalá pudiera caminar en el parque y estar rodeada del canto del ave, de las hojas de los árboles, de las personas con sus gustos evidentes. Cómo deseo un café y una librería juntos y sentarme ahí aunque parezca una intelectual inorgánica. Estoy consumiéndome entre noches de alcohol y tabaco y las cosas no mejoran, sólo me siento más triste y más lejana de lo que en verdad me apasiona. Debería irme pero también la facilidad de tener todo me sabe a gloria. Quién quiere «sufrir» cuando aquí se tiene todo, sé qué si no salgo corriendo no va a quedar ni un poquito de lo que pienso que soy cuando miro al pasado y aunque en el pasado me veo presionada soy feliz. Te lo juro, esta ciudad me está matando.