ACTITUDES COTIDIANAS / Maricarmen Delfín Delgado

En la actualidad nuestro país está pasando por una época de inseguridad y falta de respeto a la vida misma, ocasionada por gente desadaptada  de la sociedad que su único objetivo es el dinero y el poder de forma fácil, atentando contra sus semejantes sin consideración ni miramientos.

También a nuestro alrededor convivimos con algunos ciudadanos que no son precisamente delincuentes pero su conducta pone en evidencia la falta o desconocimiento de las reglas para la buena y sana convivencia entre los humanos, que son los valores derivados de la Ética.

Hemos polemizado mucho acerca de dicho fenómeno sin precisar la causa, pero  hay un punto en el  que coincidimos cuando reflexionamos si tales o cuales conductas son apropiadas o no, y concluimos en que la desorientación en la vida de algunas personas es la falta o el desconocimiento de los valores.

Los valores son todos aquellos principios que les permiten a los seres humanos mediante su comportamiento realizarse como mejores personas.

Valor es aquello que hace buenas a las cosas, aquello por lo que las apreciamos, por lo que son dignas de nuestra atención y deseos. El valor es todo bien encerrado en los conceptos  materiales y abstractos, descubierto por la inteligencia, deseado y querido por la voluntad.

Los valores dignifican y acompañan la existencia del ser humano. El hombre podrá apreciarlos sólo si es educado en ellos, y educar en valores es lo mismo que educar moral y humanamente, pues serán éstos los que enseñan a los individuos a comportarse como buenas personas.

El valor, por lo tanto, es la convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo y si nos conviene o no nos conviene. Los valores reflejan la personalidad de los individuos y son la expresión del tono moral, cultural, afectivo y social marcados por la familia, la escuela, las instituciones y la sociedad en la que nos ha tocado vivir.

Los seres humanos tenemos dos facultades superiores muy nobles que nos permiten identificar los valores: la inteligencia y la voluntad.

Con la inteligencia descubrimos que las cosas tienen valor, y podemos reflexionar y comportarnos sensatamente y no por capricho, con esta inteligencia analizar los hechos y moderar  la conducta.

Con la voluntad libre rompemos la indiferencia ante las cosas y los hechos y elegimos lo que para nosotros es más conveniente, jerarquizando  de acuerdo a nuestra escala de valores.

Con estas conductas de valor formamos actitudes que con la práctica constante se convierten en buenos hábitos y estos hábitos a su vez, después de practicarlos habitualmente se perfeccionan convirtiéndose en virtudes. Es decir, un valor ético y moral practicado cotidianamente se perfecciona y nos convierte en personas virtuosas.

Todos influimos en los valores, pero el que se educa es uno mismo, uno hace propios los valores. Cada persona hace suyos los valores con la experiencia recogida en su casa, en la escuela y en la sociedad.

Las personas más significativas para el niño o el adolescente que influyen en su formación ética son los padres, los abuelos, los maestros, los tutores, los líderes religiosos y los amigos, que en los primeros años de su vida son muy importantes.

Los valores cuando ya se interiorizaron, se convierten en guías y marcan las pautas a seguir para una conducta coherente, que facilita la relación madura y equilibrada con las personas, con el entorno y sus acontecimientos, proporcionándonos un poderoso sentimiento de armonía personal.

Al crecer las sociedades se diversifican los criterios, fluyen variedad de pensamientos que mal encaminados son semilla de conflictos, pudiendo convertirse en progreso si se orientan con la educación con valores. El factor determinante en este aspecto es la familia, formadora de los primeros pensamientos en los hijos con ideas que vayan en contra del racismo, la intolerancia, la discriminación y la xenofobia. Somos lo que pensamos y nuestros conceptos determinan cómo percibimos el mundo y cómo nos comportamos ante él.

Hagamos de la conducta basada en estos principios, una actitud cotidiana.

Imagen: Internet, «La mirada del tiempo», Patricia L. Altina

mcarmendelfin@hotmail.com