“Caminando por poeta Jesús Díaz, el mercado galeana y la calle de madero”

“Caminando por poeta Jesús Díaz, el mercado galeana y la calle de madero”

Mientras recorría a pie parte de las calles que conforman mi ciudad, Xalapa, nuevamente permanecí distraído. Si, así como me lo decía mi padre cuando era yo un pequeño de escasos 10 años.

“Edgar, Edgar, ¡te estoy hablando! eres muy distraído la mayoría de las veces”

Probablemente tenía razón mi padre. Él se daba cuenta que yo contemplaba lo que a otros no interesa, yo buscaba luz allí donde parecía estar oscuro. Buscaba vida donde nadie busca. Encontraba salidas a la multitud de laberintos que se forman en las fastuosas arterias citadinas. Eso es lo que buscaba yo. Quizás si sea yo distraído. O ¿será acaso que mis mundos no son como la mayoría de la gente los ve, o ni siquiera encuentra? Algo raro pasa en mí, Permaneces estático observando, contemplando y agradeciendo por toda gama de paisajes que en la mayoría de las ocasiones en vehículo uno no percibe.

He vuelto a repasar el mercado Galeana, mientras unos elotes arden dentro de un anafre y el humo despide sabores que pronto serán manjar de los transeúntes. Mujeres ofertando productos del campo, espinas que son parte de nopales que se vende a cinco por diez pesos.

Me llevo lo necesario para estructurar mis textos. Archivos que almaceno dentro de mi mente. Testimonios de una vida que me ha dado tanto.

Cuando recorres las calles a pie descubres, detallas, creas, puntualizas dentro de epopeyas conformando un extenso acervo histórico.

En madero, un tugurio llamado “la chiripa” cantina donde se congregaban parroquianos para degustar la copa barata, la charla espontanea, las conquistas y los desamores. Personas ataviadas con pantalones cubiertos de mezcla, de desesperanza, manos curtidas por el trabajo con cal y cemento. Una ocasión entre ahí a cobrar una factura referente a la reparación de unos taxis de la entonces administradora de ese lugar. Era yo un jovenzuelo de apenas 24 años…

Me detengo en instantes, cuando yo lo permito. Cuando siento esa necesidad de encontrar parajes solitarios, construcciones en paupérrimas condiciones siendo vecinos de nuevas edificaciones que enturbian el paisaje.

Soy de los que buscan arriba, donde mora el padre. Cuando el cielo comparte las figuras que se forman en la infinidad de nubes que se dejan arrastrar por medio de los vientos invernales.

Cuando manejo no aprecio. No como lo hago cuando camino y mi sentir bucólico se desata sobre todo mi ser. Mis ojos se vuelven diferentes enlaces logando captar la mayoría de acontecimientos a mi paso.

Me saludo con la prematura mañana, cuando el viento me cuenta sus leyendas, murmullos de cantos evocando las ficciones.

Hoy volví a quedarme distraído Eso me gusta porque siento que mi padre me acompaña. Como cuando me tomaba de la mano y buscábamos destino para poder apreciar el paisaje.

Hoy he vuelto encontrar el sabor de mi vida, en el color de todo lo que me rodea.

Edgar Landa Hernández.