Estiro mi cuello pensando verla por la ventana, su casa está pegada a la mía, ella sabe que es muy bella y que le gusta que se lo digan.
Yo estoy obsecionado con ella pero por suerte no lo sabe. Hago como que no estoy interesado en ella,
no sabe que me derrito de amor, pero no soy soflamero con ella.
Soy más, chico que todos los muchachos que pueden ser sus novios. Su hermano tiene una gran tienda de abarrotes.
Él no sabe que su hermana me da besos sin ser su novio, bueno, ni los, que, se supone son sus novios.
Le he preguntado que porqué me besa si no somos novios y simplemente me dice: «si quieres que no lo haga, dímelo y se te acaba la fiesta».
Mejor me quedo callado.
Dice que todos los demás no saben besar, que yo no saco la lengua ni muerdo sus labios y que los míos le saben a cereza.
Yo no le he dicho que jamás he probado una cereza.
Ella cree que me la paso tragándolas.
Cuando paso por su tienda me llama y me manda a un
rincón del mostrador y me dice espérame ahí.
Ese rincón tiene una gran vitrina
donde casi no me veo.
Su novio que es mi compañero de la secun, tiene mucho dinero y ella, dice que es muy guapo y yo le creo porque otras chicas dicen lo mismo.
A cada, rato pasa montado en un caballo hermoso, blanco como la nieve de
invierno y sólo agita su mano para saludar a Rebe, ella suelta un suspiro y luego corre a la vitrina y me toma del cabello, me jala y me da un besote que dura no se cuánto, ni me interesa saber.
Cuando termina me dice:
Ya vete güerito y me da otro beso bien rico y me dice: «ándale ya vete».
Veo por la ventana que atraviesa el largo patio de su casa y pienso:
todavía no.
Sí no la veo quiere decir que ya está en la tienda, que su hermano salió a, surtirla de víveres y entonces hago como que me mandaron a algo y me hago el aparecido que paso por ahí.
Oigo su grito:
–Güero, y volteo como buscando quién me gritó y veo su manita hermosa diciéndome: «ven»
Y voy.
Rebequita me necesita.
Raúl Silva.