Playa del Carmen.- Las espeleólogas Ambar Marina Cuevas y Tania Ramírez caminan en medio de la selva sobre un suelo que, metro a metro, tiene decenas de hoyos. No lo dicen, pero saben que aquellas aberturas, cuyo fondo no se alcanza a ver, no son más que vestigios de la existencia de miles de cuevas subterráneas interconectadas entre sí que se encuentran justo por debajo de ellas.
Uno de esos hoyos, del tamaño de un balón de fútbol, resalta porque alguien, quién sabe quién, agarró un tronco de los árboles ya talados que ahora se encuentran arrumbados a un lado del camino y lo metió para saber su profundidad. Basta sólo un poco de fuerza para sacarlo y descubrir que dicho tronco tiene casi seis metros de altura.
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