Mi andar se vuelve cotidiano,
mis pasos repasan añejos rumbos, el recuerdo toma la mano de la nostalgia y
juntos me acompañan en vagabundos pensamientos que regresan como susurro
anidado en el pecho. Las piedras de las aceras brillan pulidas por andar constante,
antes por zapatos suela de cuero y botinas de afilados tacones, también por elegantes
zapatillas que celosas guardaban a sus huéspedes envueltos en medias de seda,
hoy sólo reciben el suave golpeteo de suelas de hule del zapato tenis, de
sandalias con plataformas plásticas y pesadas botas combinadas con mallas y
variadas faldas.
Aquellas calles y sus esquinas
son mudos testigos del estilo de vida de antaño, las que aún permanecen
intactas guardan la esencia de lo que albergaron hace muchos, muchos años. La
ciudad cambió en un abrir y cerrar de ojos, o así lo percibo, pero la realidad
me enfrenta con su modernidad, algunas cosas…
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