Idealizar a las personas, a las relaciones, es crear una bomba de tiempo donde tarde o temprano la realidad te hará explosión. Es ponerse una venda en los ojos y caminar confiado por la carretera dando por hecho que nadie se atreverá a atropellarte. “Ella nunca me engañaría” “siempre estaremos juntos”. El problema de idealizar es que damos los vínculos por sentado: el amor, la amistad, la lealtad. Al creer que siempre estarán ahí, corremos el riesgo de perderlos, olvidamos que las relaciones son como un jardín, y no prosperará solo de buenas intenciones. Ser realista no es perder la magia, es saber que las relaciones no se deben descuidar, requieren de dedicación, de voluntad y sobre todo, de una gran cuota de humildad.