Pude mirar la hoja que caía
rebanando el vacío en espirales
y el ave negra de alas casi azules
en la quietud de la nube solitaria
que partía el horizonte
El sol pintaba un espejismo
en las últimas horas de la luz
y sus caricias amarillas
ponían oro en la piel
En el cielo había estallidos de sangre
colosales asombros que sacuden el alma
y una parvada en fuga
oscura como un presagio hostil
rasgaba el púrpura del manto
El corazón se estremeció
como una bestia herida
en el fondo de su jaula de huesos
Luego volvió a caer la lluvia
sobre la piedra adormecida
de la ciudad sedienta
para domar la sensación de fuego
para sentir la tentación del juego
y dejar un espléndido arco iris
Y en esa hora temblorosa
de mi árida espera
con la tarde agonizante
estallaron los cristales
de la húmeda esfera
SVJ